La llamita oculta

Existe siempre durante el acto de leer un momento, intenso y plácido a la vez, en el que la lectura se trasciende a sí misma, y en el que, por distintos caminos, el lector, descubriéndose en lo que lee, abandona el libro y se queda absorto en la parte ignorada de su propio ser que la lectura le ha revelado: desde cualquier punto, próximo o remoto, del tiempo o del espacio, lo escrito llega para avivar la llamita oculta de algo que, sin él saberlo tal vez, ardía ya en el lector. Juan José Saer

viernes, 26 de febrero de 2010

Setenta veces hierba

LA ESCUCHANTE


Si soy la sed y el hambre
es para estarme siempre
bebiendo y royendo,
hasta con los cabellos y las uñas,
el oculto clamor
a tierra tumultuosa,
a infierno y cielo sus legiones,
donde comienza tu mano solitaria,
la que escribe.

A veces dejas de oírte,
y tu mano,
sorda, extraviada, fría,
abandona la página
y busca tu sudario.
Pero yo entonces
entro al clamor y sigo oyendo
lo que dirás ayer,
lo que has dicho mañana,
sigo oyendo por ti.

Mi oído te comulga día y noche,
como nadie,
más que ese hombre innumerable,
creciente,
que en los lugares
donde el dolor lo engendra,
para oírse te escucha
y seguirá escuchándote
hasta que yo haya sido
setenta veces
hierba.


Amelia Biagioni